serpilopaga
La ministra de Educación Gina Parody con un grupo de becarios del programa. Fuente: http://www.mineducacion.gov.co/cvn/1665/articles-353810_recurso_1.jpg

El programa “Ser Pilo Paga” del Ministerio de Educación Nacional cumple un año desde su implementación en 2015. En su primer año permitió a 10.080 estudiantes de bajos recursos económicos acceder a las mejores universidades públicas y privadas del país. En 2016 esta cifra se elevó a 12.505, para un total de 22.585 jóvenes becados por el gobierno nacional. Al comienzo catalogado como “revolución educativa”, junto con la segunda cohorte de jóvenes becados han aparecido varias críticas. Por ejemplo, la revista Semana, que lo destacó en su portada de enero de 2015, recientemente publicó un artículo de Julián de Zubiría quien resume varios de los principales reparos que, en otros medios, se le han hecho a Ser Pilo Paga. En Éccole! creemos que es muy positivo que el programa genere discusión y que la coyuntura nos obligue a reflexionar acerca del acceso a la educación superior de calidad. Así, en la entrada de esta semana aprovechamos para aportar nuestro grano de arena a la discusión sobre el alcance de “Ser Pilo Paga”.

Muchas de las objeciones que destaca De Zubiría en su artículo, fueron publicadas hace unos meses por el diario El Espectador, en el texto titulado “Los alcances de ser pilo paga son excesivamente limitados”, firmado por los investigadores María Patricia Asmar y Victor Manuel Gómez, ambos de la Universidad Nacional. Es nuestro propósito revisar algunos de los argumentos expuestos en este artículo y aportar datos que contribuyan a dar contexto a algunas de las afirmaciones allí reunidas.

Así, la idea no es polemizar sino aportar a la discusión y al análisis de las virtudes y defectos de la iniciativa de becas para los “pilos” de Colombia. De hecho, y con esto comienza nuestra defensa del programa, es evidente que el tema de la educación superior de calidad para los más pobres del país está sobre la mesa y “en boga” gracias a la iniciativa de las becas, y por ello muchos nos encontramos reflexionando acerca de este asunto crucial para superar el subdesarrollo.  Es en este contexto que nos propusimos reseñar las principales críticas que han aparecido en los medios y aportar algunos datos que den algo más de perspectiva sobre la realidad de Ser Pilo Paga. Todos los datos provienen de bases de datos públicas: la del SNIES (Sistema Nacional de Información de Educación Superior), las del ICFES (en particular de la base de datos de SABER PRO) y algunas estadísticas publicadas por la Universidad Nacional de Colombia.

¿Propaganda oficial y demagogia?

“De acuerdo con cifras del ICFES (2009), el 35% de los bachilleres pertenecen al estrato 1, el 38% al estrato 2 y el 20% al estrato 3.  En términos reales estamos hablando de una cifra cercana a los 482.000 jóvenes graduados por año pertenecientes a estos estratos. En este universo, qué representan 10.000 becas al año que tanto ha divulgado el MEN?”  (Asmar y Gómez)

Los porcentajes para 2013 y 2014 según los datos del ICFES son algo peores que los mencionados en la cita: 40% de los bachilleres son del estrato 1, 35% del estrato 2 y 18% del estrato 3, lo cual representa cerca de unos 530.000 estudiantes graduados de estos tres estratos por año. Definitivamente 10.000 becas son una gota de agua en este océano, pero, ¿acaso es válido cuestionar la efectividad del programa comparando su dimensión con el total anual de nuevos bachilleres de estratos 1, 2 y 3? Más aun, ¿no se debería empezar por establecer el número de bachilleres de los estratos 1,2 y 3 que logran ingresar a universidades de alta calidad? ¿A las universidades acreditadas?

En primer lugar la adjudicación de las becas no depende del estrato de los estudiantes sino del nivel SISBEN en el que han sido clasificadas sus familias. Acerca de esto hay gran confusión en los artículos que critican al programa. Vivir en un hogar que paga servicios de estrato 1 no es igual a ser clasificado en el nivel 1 del SISBEN. De hecho, los niveles del SISBEN no son absolutos ya que cada programa de asistencia social del gobierno determina los puntajes necesarios para acceder a los beneficios o subsidios. En el caso de Ser Pilo Paga los puntajes máximos para ser elegible a las becas son 57.21 puntos para las 14 ciudades principales, 56.32 para las demás zonas urbanas y 40.75 para las zonas rurales.

Poner a Ser Pilo Paga en contexto exige, en rigor, preguntarse cuántos de los bachilleres del país están clasificados en cada nivel del SISBEN. Según los datos del ICFES, en 2014 se graduaron 565.000 bachilleres en el país, de los cuáles 45% estaban clasificados en el nivel 1 del SISBEN, 22% en el nivel 2, 4% en el nivel 3, menos del 1% en otros niveles y 28% no estaba clasificado por el SISBEN. Es importante aclarar que los no clasificados son los que no han solicitado ser encuestados por el SISBEN y por ende, los que no requieren acceder a los programas de subsidios del estado.

Las siguientes gráficas permiten ver que la distribución según niveles del SISBEN de los graduandos de las universidades colombianas es bastante diferente a la distribución por estratos. Además, en la distribución según nivel del SISBEN se observa que, de los estudiantes que presentan Saber Pro al graduarse de la universidad, solo el 40% son de Sisben 1 ó 2:

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Distribuciones de estudiantes que presentaron Saber Pro entre 2012 y 2014. Porcentajes calculados usando la información de estratos socioeconómicos y nivel SISBEN de las bases de datos del ICFES.

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La segunda gráfica ilustra la dramática realidad del acceso a la educación superior en Colombia. Más de la mitad de los graduandos de universidades en Colombia hacen parte de la población no clasificada por el SISBEN (los más privilegiados). De los niveles 1 y 2,  solo presentaron las pruebas Saber Pro en promedio 97.000 estudiantes por año como lo muestra la siguiente tabla:

Tabla 1: Total de estudiantes de Sisben 1 y 2 que presentan Saber Pro  en las universidades colombianas

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Año Universidades Públicas Acreditadas Otras Universidades (*) Total  Sisben 1 y 2
2012 14.500 93.489 107.989
2013 14.792 79.394 94.186
2014 14.125 74.683 88.808
TOTAL 43.417 247.566 290.983

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(*)Otras universidades: Públicas no acreditadas, privadas acreditadas y no acreditadas, militares y tecnológicas.

Es notorio el reducido número de estudiantes de SISBEN 1 y 2 que culminan sus carreras en universidades públicas acreditadas. Podríamos replicar la retórica del artículo de Asmar y Gómez y preguntarnos: ¿qué representan 14.500 graduados de universidades acreditadas ante un universo de más de 430.000 bachilleres de SISBEN 1 y 2 que cada año culminan sus estudios en los colegios colombianos?

La cifra de graduados de las universidades públicas acreditadas fue calculada cruzando la base de datos de Saber Pro con la lista de universidades y sedes acreditadas, publicada por el Ministerio de Educación en la página oficial  de Ser Pilo Paga en su segunda versión. También hay que tener en cuenta que ese cálculo, de hecho, es un poco inflado pues incluimos las universidades públicas que obtuvieron su acreditación en 2015 y 2016. Es decir, los estudiantes que se graduaron de estas entre 2012 y 2014 no se graduaron de una universidad acreditada. Si solo consideramos las universidades que estaban acreditadas en esos años, las cifras de graduandos de SISBEN 1 y 2 son mucho menores: 8.959, 11.209 y 10.608 en 2012, 2013 y 2014 respectivamente.

Por último, no hay que olvidar que estas cifras corresponden a los estudiantes que presentaron las pruebas Saber Pro, y esta no coincide exactamente con el número de estudiantes graduados. La cifra de estudiantes graduados es considerablemente menor. Por ejemplo en el año 2014, en la Universidad Nacional sede Bogotá, 3.413 estudiantes presentaron el examen de estado pero solo se graduaron 2.430 (Fuente: Dirección Nacional de Planeación y Estadística de la Universidad Nacional).

El aporte de Ser Pilo Paga no es insignificante. El número de estudiantes becados es equivalente al número de estudiantes que se gradúan de las universidades públicas acreditadas. El programa facilita el acceso a la educación superior de calidad a los estudiantes más pobres del país y prácticamente dobla el número de estudiantes de SISBEN 1 y 2 que logran estudiar en universidades acreditadas. Este es el punto más importante. Los estudiantes cuyas familias están clasificadas en los niveles 1 y 2 del SISBEN hacen parte de la población más pobre del país, la más vulnerable y aquella para la cual estudiar en universidades como la Nacional, Antioquia o Valle es un privilegio difícil de alcanzar, no solo por los obstáculos académicos sino principalmente por los obstáculos económicos.

Mudarse a otra ciudad, pagar útiles, libros, matrícula (así sea simbólica) y manutención está por fuera del alcance de la mayoría de estas familias. Si bien es cierto que “Ningún padre de escasos recursos enviaría a sus hijos a la universidad privada si en la zona en la que vive existen universidades públicas de calidad”. (De Zubiría), también es cierto que las universidades públicas regionales del país no ofrecen una calidad siquiera comparable con las universidades acreditadas públicas o privadas. Lo demuestran sus resultados en Saber Pro, los rankings nacionales e internacionales. Por lo pronto estamos de acuerdo con Roberto Zarama, el arquitecto de Ser Pilo Paga, cuando afirma:

“¿Cómo pensar que es mejor decirles a los 20 niños que vinieron del Chocó que se queden allá en la Tecnológica del Chocó, pudiendo ir a una institución de mejor calidad?”. (Zarama)

Las universidades públicas acreditadas, sumadas, presentan menos de 15.000 estudiantes de SISBEN 1 y 2 por año a Saber Pro

Las siguientes gráficas muestran la distribución según nivel del SISBEN de los estudiantes que presentaron Saber Pro entre 2012 y 2014. El tamaño de la muestra sugiere que este es un buen retrato de la población de las universidades, tanto de las privadas como de las públicas.

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Entre las privadas encontramos porcentajes que no sorprenden: no están clasificados por el SISBEN 96% de los estudiantes de los Andes, 92% de la Javeriana, y en general las privadas acreditadas muestran poblaciones donde la gran mayoría de estudiantes no son de SISBEN 1 y 2. Entre las públicas acreditadas sorprende que la calidad de la universidad es inversamente proporcional al porcentaje de estudiantes de SISBEN 1 y 2. Por ejemplo en la Universidad Nacional de Bogotá, solo el 21% corresponden a esos niveles mientras que el 68% no está clasificado. Por otro lado en la Universidad de Cartagena el 70% de los estudiantes corresponden al primer y segundo nivel del SISBEN, siendo esta la universidad pública con más alto porcentaje de estudiantes de estos niveles del SISBEN.

Ante esta realidad, la afirmación de Zarama cobra un nuevo significado, pues de todas las públicas acreditadas es la Universidad de Cartagena la que muestra los problemas más similares a las que aquejan a las públicas regionales. Por ejemplo, en 2015 Catalina Ruiz denunciaba en El Heraldo que la universidad no tiene “ni el equipo docente, ni materiales para trabajar, ni nada que les permita estudiar”  y que además vive aquejada por problemas de corrupción y clientelismo. En 2013 se calculaba que por cuenta de la corrupción la universidad había tenido perdidas por quince mil millones de pesos y el saqueo descarado llegó al punto de facturar  bombillos de 1´900.000 pesos. Hay que preguntarse por qué, después de un manejo administrativo tan ineficiente e inmoral, la Universidad de Cartagena aún retiene su acreditación.

“Ser Pilo Paga” es muy costoso

Los críticos coinciden en que el programa, aunque puede cambiar las vidas de algunos jóvenes, resulta demasiado costoso. Sobre todo si se compara el valor total con lo que el gobierno invierte en la educación superior pública del país:

“El valor del programa para 40.000 estudiantes “pilos” para las cuatro cohortes equivale al total de las transferencias que la Nación hace a las universidades públicas en una vigencia: dinero con el que se financia la formación de más de medio millón de estudiantes. Esta cifra supone también una significativa desproporción…”

“…Un impacto de esta naturaleza merece una juiciosa evaluación, pues este tipo de políticas contribuyen a acentuar el centralismo, así como a ‘fortalecer a las fuertes y debilitar a las débiles’, que usualmente son las universidades públicas ubicadas en las regiones más desfavorecidas del país. ¿Es esto equidad para el sector educativo, para las regiones y para los más pobres?” (Asmar y Gómez).

En cifras, es cierto que las becas de los pilos van a costar cerca de 3 billones de pesos durante los 8 ó 9 años de ejecución del programa. Es verdad que esto es igual a lo que la nación transfiere a todas las universidades públicas en un año. Visto así, parece que la  desproporción es inmensa tal como señala la exsubdirectora ICFES. Para ser justos los tres billones hay que contrastarlos con los 24 billones que la nación transferirá a las públicas en los ocho años de Ser Pilo Paga y  al dividir se observa que el gobierno invertirá cerca de 375.000 millones anuales en los “pilos”. Si estos se repartieran en las 32 universidades públicas del país, a cada una le corresponderían menos de 12.000 millones por año. ¿12.000 millones por año son la solución a los problemas de desfinanciación de la educación pública, especialmente considerando casos como el de la Universidad de Cartagena?

Para dimensionar la proporción de estas cifras, hay que considerar que las transferencias anuales del Gobierno a las Universidades Nacional, Valle, Antioquia  suman mas de un billón de pesos al año. No vamos a negar la crisis de financiación de las universidades públicas, ni la gran necesidad de reestructurarlas, pero sí creemos que atacar a Ser Pilo Paga con este argumento es desenfocado y desvía la atención de cosas mucho más urgentes, por ejemplo le necesidad de redireccionar a la educación pública parte de los 12 billones anuales que se gastan en la guerra.

Ser Pilo Paga, en palabras de la Ministra de Educación Gina Parody, no es la política de financiamiento del sistema de educación superior pública. El propósito del programa es dar oportunidad de acceso a educación superior de calidad a los jóvenes más pobres y vulnerables del país. El punto crucial, como afirma Roberto Zarama es la calidad, pues no es justo condenar a los jóvenes talentosos y pilos que se están graduando cada año, a estudiar en universidades de nivel inferior por no tener dinero para pagar una mejor. Y cuando decimos “mejor” no solo nos referimos a las privadas sino, como se vio más arriba, también a las públicas excelentes como la Nacional, Valle o Antioquia, con las que el país por fortuna aún cuenta pero que resultan inaccesibles para la mayoría de la población.

 

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